Hasta la noche del 1 de noviembre del 2007,
Amanda no era más que una estudiante norteamericana de veinte años. Vivía en
Seattle, ciudad hermanada con Perugia. Inscrita en la Universidad de
Washington, llega a Italia para estudiar el italiano, gracias a sus muy buenas
notas.
Sus compañeras de curso de Estados Unidos hablan de
una chica diligente, generosa, disciplinada, trabajadora, constante y hasta
romántica; es una buena estudiante y una gran deportista, jugadora de fútbol. Jamás
nadie la define como violenta o indisciplinada. Es todo un ejemplo que muchos
padres quisieran para sus hijos/as. Pero le gustan también las fiestas, la
diversión, el salir y compartir tiempo con los amigos, cosa que no tiene nada
difícil a su llegada a Perugia tanto por su aspecto físico, como por su forma
de ser abierta y su don de gentes que posee. Comparte un piso con Meredith, la
víctima, con una convivencia muy normal, al parecer tranquila, incluso
divertida. Pero comienza con sus primeros pasos de libertad, salir por la noche,
vivir la vida de los pubs y locales nocturnos de su nueva ciudad, hecho muy
normal y muy respetable, pero que para ella va a ser el principio de un mal
sueño con unas consecuencias terribles y trágicas.
¿Pero quién es realmente Amanda Knox? Mucho ha cambiado
tras ser acusada del asesinato de su compañera Meredith Kercher y tras vivir en
la cárcel. En las entrevistas recogidas en el libro, que se publicó hace un
año, habla de sus intereses, como el cine, montar en bicicleta, el estudio de
idiomas o la escritura. Habla de religión, incluso de la posibilidad de vida
extraterrestre en el universo. Y de sus deseos: un marido y adoptar un niño.
Como podemos resaltar, tiene unos ideales muy
normales, muy planificados y llenos de ilusión. Seguramente, los mismos mas o
menos que tenemos la gran mayoría de los jóvenes de hoy en día de cualquier
parte del mundo.
¿Por qué entonces le ha cambiado tanto la vida?, ¿Qué
ha sucedió para darle un giro de 180º?. Lo que antes estaba lleno de ilusión,
era el futuro, se ha convertido en una realidad que es una pesadilla, tanto
para ella y su familia, como para la familia de Meredith, y por supuesto no
comentamos nada de la pobre Meredith, que es la que se ha llevado la peor
parte: su asesinato.
Después de leer la historia de Amanda, he
reflexionado mucho acerca de
la vida que llevamos los jóvenes; está claro que somos jóvenes; está claro que
tenemos que romper las barreras que nuestros padres han fijado, simplemente por
la propia rebeldía que representa nuestra juventud, pues el mundo no para y se
sigue un proceso de evolución. Nos gusta
divertirnos, nos gusta disfrutar con nuestros amigos, nos gusta juntarnos y
tomar copas, a veces muchas copas, y cualquier persona, seguramente a lo largo
de su vida ha hecho alguna locura o tontería de la que después se arrepienta,
pero siempre, siempre, tenemos que marcarnos una línea que no debemos de
rebasar, tanto por el peligro que representa para nosotros mismos como para los
demás.
¿Nunca nos paramos a pensar en las consecuencias de
nuestros actos?, ¿Acaso nunca nos va a ocurrir a nosotros lo mismo que le ha
pasado a Amanda?.
La respuesta ahora mismo es muy fácil. Desde nuestro
punto de vista, estamos totalmente seguros que NO, que nosotros jamás caeremos
en el mismo error de Amanda, dejarse llevar y ser dominada por las ganas de
diversión hasta el punto de ir anulando nuestra voluntad, de ir cambiando
nuestra conducta.
Eso pensamos y eso sentimos, pero para ello, como he
dicho anteriormente no debemos de sobrepasar unas líneas o metas fijadas y que
sabemos que nos van a dar problemas o van a ser nocivas para nuestro futuro.
Hablamos del abuso del alcohol; hablamos de las drogas, la mezcla de tanta sustancia que nos puede
provocar en el organismo unos síntomas incontrolables que nos lleven a perder
nuestra verdadera personalidad y nos haga hacer
cosas involuntarias, que en condiciones normales no las haríamos; hablamos de la irresponsabilidad de conducir
cuando hemos bebido más de la cuenta, y es que una copita, de vez en cuando, es
sano y saludable, pero tenemos que tener en cuenta que por una noche tonta de
diversión, podemos pagar un muy alto precio con consecuencias terribles.
Hemos de saber divertirnos, hemos de tener cabeza para
saber decir no a lo que no nos conviene, y asumir las consecuencias que nos pueden
provocar nuestros propios actos. Todo lo podemos hacer, exigir o disfrutar,
pero hay charcos en la vida, que mejor es no pisarlos, pues nada bueno vamos a
sacar de ellos. Personalmente opino que una copita de vez en cuando, nos alegra
y nos conviene; que salir con los amigos es un ejercicio sano y divertidísimo,
pero por favor, dejemos el mundo de las drogas para quién quiera fastidiarse la
vida con esa gran tontería y que seguramente, le pasará factura en algún
momento de su vida.
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